
No hace falta decir que vivimos en un momento histórico, impensado, casi inimaginable. Un momento, si así lo queremos, de ruptura. Una sacudida. Depresión, tristeza, ansiedad, muertes (muchas), todo lo vivimos a diario, lo leemos a diario. Y sí, es un panorama desolador en muchos sentidos. En nosotros está el cómo afrontarlo. ¿Qué hacer?
Un refugio, sí. ¿Cuál? Necesitamos seguridad, certidumbre, certezas, algo que nos mantenga vivos y sobreviviendo. “Love is the Main Thing”, es lo que nos repite una y otra vez esa voz que, por momentos, nos remonta a la escalofriante manera de cantar de un tortuoso Ian Curtis. Pero no, no es él; puede el haya un sentimiento mutuo, pero el hombre detrás se llama Grian Chatten y no es Joy Division, sino los irlandeses de Fontaines D.C.
Ruptura
Surgieron hace tres años y tardaron dos en lanzar su álbum debut, Dogrel, y ya desde entonces se oía que, detrás de ellos, venía un huracán, uno poderoso que es capaz de arrasar con todo. Había una energía y una vitalidad que, de inmediato, nos llevó a inicios de los dosmiles, cuando una nueva oleada de bandas irrumpió en la escena mundial y nos enseñó que el rock volvía a ser la apuesta.
Fue un movimiento de ruptura y poco después, en 2001, amanecíamos con la noticia de un avión estrellándose en una de las torres gemelas, en Estados Unidos. Todo cambió: la visión, la forma de vivir, de pensar, de hacer arte. Aquello fue una sacudida total y la música lo resintió. Casi 20 años después, parece que hemos vuelto al mismo sitio.
Dogrel, el primer disco de Fontaines D.C., tuvo una muy buena respuesta, críticas muy favorables y se presentó como un respiro en medio de la escena mundial que ha sido invadida por los géneros latinos. Volvía una banda de rock, con guitarras y un discurso transgresor.
2019 parece ahora un año muy lejano, de una vida totalmente diferente; es como si hubiese pasado un largo tiempo para llegar al 2020, año en el que vimos nacer el segundo álbum de Grian Chatten (voz), Carlos O’Connell (guitarra), Conor Curley (guitarra), Conor Deegan III (bajo) y Tom Coll (batería). Su nombre: A Hero’s Death.
En palabras del vocalista, el discurso deambula «entre la felicidad y la depresión, y los problemas de confianza que surgen a raíz de ambos sentimientos».
Es una batalla, una batalla diaria. ¿No les sucede eso mismo? Todos los días vivimos nuestra lucha interna propia, una pelea que parece no tener fin, pero ahí estamos, haciendo todo lo posible por sobrevivir, aun cuando el panorama nos obliga, incluso, a no confiar ni en nosotros mismos.
Musicalmente, A Hero’s Death continúa la línea de su predecesor, Dogrel, aunque, eso sí, con un sonido más conciso y una ira incontenible. La voz de Chatten, además de cruda, suena más intensa, como si no se guardara nada y, por el contrario, quisiera expulsar todo de tajo, sin miramientos. Si nos detenemos a analizarlo, todos lo necesitamos, ¿o no? Sacar todo el aire de desesperanza que hemos aguantado desde hace meses. Es ese momento de ruptura que necesitamos.
No es amigable, es oscuro; no es esperanzador, es inquietante; no hay felicidad, hay confusión, desaliento. Líricamente, ese es el curso que sigue esta nueva entrega de los irlandeses. Pero también hay entrega, una lucha constante por no claudicar, de rebelarse ante tanta desolación. ¿Vale la pena? Totalmente. Las 11 canciones del disco, aunque cada una con su propia vida, nos recuerdan aquello de “Love is the Main Thing”. Y, como quiera que lo veamos, el amor, hoy más que nunca, es rebelión. Es transgresor. Es ruptura.