El Rolling Stone no tiene pelos en la lengua para dejar claro qué artistas no le interesan en absoluto
Keith Richards es, sin duda, una estrella del rock con todas las letras y, sabedor de ello, no tiene ningún problema en dilapidar abiertamente otros géneros musicales o incluso a otros artistas. Él mismo asegura que no tiene un gran afán por el rap, la música urbana, el pop o, incluso, el heavy metal.
En una entrevista con el medio New York Daily News, Richards no se ha cortado un pelo y ha dado vía libre a su opinión sobre algunas bandas que, a pesar de haber cosechado un gran éxito, no cuentan con la aprobación del guitarrista. Su primera víctima ha sido, aunque parezca impensable, Metallica: “No sé de dónde viene la inspiración de Metallica, pero si viene de mí, entonces la cagué“.
No contento con ello, aprovechó para arremeter contra el rap, con el que no tuvo ninguna consideración: “Rap, tantas palabras y tan poco dicho. Lo que hizo el rap de impresionante fue mostrar que hay muchas personas sordas para los tonos por ahí. Todo lo que necesitan es un beat de batería y alguien gritando sobre él y ya están felices. Hay un enorme mercado para la gente que no puede distinguir una nota de otra”.
Pero los que se han llevado la peor parte, sin duda, han sido The Grateful Dead, y en especial su vocalista Jerry García: “The Grateful Dead es donde todo el mundo se equivocó. Solo es dar vueltas por horas y horas. Jerry Garcia, una porquería aburrida. Perdón, Jerry“.
En otra entrevista con The Telegraph, el guitarrista explicó que las fórmulas de la música más comercial no le llaman, en absoluto, la atención… y eso por decirlo de forma bonita: «No quiero empezar a quejarme de la música pop«, dijo Richards, antes de añadir: «Siempre ha sido basura. De eso se trata. La hacen lo más barata y fácil posible y por eso siempre suena igual; hay muy poco sentimiento en ella. Me gusta escuchar música hecha por gente que toca instrumentos. Es decir, no me gusta oír Muzak de plástico sintetizado, como se conocía antes, lo que se oye en los ascensores, que ahora es lo normal».
En la charla, Richards también habló sobre la rivalidad que siempre existió entre The Rolling Stones y The Beatles diciendo lo siguiente: «No creo que John Lennon hubiera tenido muchos problemas para encajar en los Stones, o George Harrison, si se puede imaginar que eso ocurriera. Éramos de la misma generación y a todos nos gustaba la misma música. La primera vez que oímos a los Beatles, nos sentimos aliviados de que hubiera otra banda inglesa en la misma pista que nosotros. Y al cabo de unos meses, esa pista era la principal«.
El día que Chuck Berry le dio un puñetazo a Keith Richards
En el mundo de la radio hay un dicho que peca muchas veces de ser verdad: “si te gusta un locutor, no te acerques a la emisora”. Esto se remonta a los años en los que las emisoras no contaban con cámaras de vídeo y redes sociales como hoy en día, que pones cara a prácticamente todos los comunicadores de la radio; y porque muchas veces, conocer a tus estrellas se convierte en una decepción.
Seguramente es lo que pensó Keith Richards, guitarrista de The Rolling Stones, sobre Chuck Berry, al que admiraba desde su juventud. Richards, como cualquier fan, ansiaba poder tocar con la leyenda del rock and roll como a cualquier tenista le gustaría meter un punto a Rafa Nadal o cualquier futbolista hacerle un ‘caño’ a Messi. Pero no todos somos Keith Richards. Cuando los Stones empezaron a coger fama y reconocimiento mundial, el guitarrista Missouri empezó a fijarse en Keith, y empezó a rondarle la cabeza la idea de poder trabajar juntos.
Con motivo de su 60 cumpleaños, Berry vio la oportunidad perfecta para juntarse con las grandes estrellas de la guitarra de su tiempo en un concierto para celebrar su paso a sexagenario. Para ello reunió a un supergrupo de músicos; estaban Eric Clapton, Robert Cray, Etta James, Linda Ronstadt y por supuesto Keith Richards.
Si por algo ha destacado Chuck Berry durante toda la vida es por encantarle que le piropeen pero no que le intenten superar. Junto a Richards, tenían pensado tocar en ese concierto su tema «Oh, Carol». Mientras estaban practicando la canción, apreciando el punteo de Keith al inició de del tema, Berry le paró y explicó el falló que estaba cometiendo y le pidió que lo repitiera. Cuando por fin lo hizo bien, siguieron con el tema, y Richards miró con cara de aguantarse la risa a uno de sus compañeros. Este gesto molestó a Chuck, que poco a poco dejó de verle la gracia al asunto.
La actuación de ambas estrellas se llevó esa noche la ovación del grupo, ya que además de poder disfrutar del éxito de Berry, pudieron verle junto a la estrella del momento. Una experiencia inolvidable para el público. Chuck salió muy contento, pero por lo visto la confianza tiene una delgada línea para el guitarrista.
Keith Richards entró en el camerino de su ídolo y ahí la vio… Como si de Excalibur se tratase, estaba frente a él la guitarra de la estrella de los 50, su Gibson ES-335 de color rojo cereza. Richards la cogió y en ese momento hizo entrada en escena su dueño, Chuck Berry. Berry siempre fue muy celoso con sus cosas, y tras gritarle un fuerte “Nadie toca mi guitarra”, propinó un puñetazo en la cara al Rolling Stone.
Este hecho hizo que la relación entre ambos se distanciara durante un tiempo, hasta que el hecho pasó a convertirse en una hilarante anécdota. Tras la muerte de Chuck Berry, The Rolling Stones le rindieron tributo, recordándolo como la leyenda que era y es.
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