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Desde ayer, ya está disponible Nomádico, álbum debut de Nomádico, banda originaria de la Ciudad de México que llega con una propuesta arriesgada y con muchas guitarras. Mucho rock.

Si creías que el rock había muerto, Nomádico viene a refutar esa teoría con un puñado de canciones que van desde el stoner, transitando por el hard y el rock clásico, todo ello aderezado con una lírica colmada de un espíritu irreverente, agrio y crítico de la civilización humana.

Nomádico no son nuevos en estas andanzas, cada uno de los integrantes carga consigo una larga trayectoria y, sobre todo, una visión muy específica de cómo debe ser el rock, tanto en su forma como en su contenido. Basta con escuchar su álbum debut para darnos cuenta de que su propuesta va más allá de lo que suena en la radio o aparece en los medios convencionales

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De hecho, su música es poco convencional, está muy lejos de lo que la escena actual del rock mexicano puede ofrecer y, desde ahí, estamos ante una obra propia, original y muy arriesgada. Francisco Portilla (bajo), Arturo Tapia (batería) y Mondragón Reyes (voz y guitarra) tienen en sus manos un sonido particular, un álbum dispuesto a mutar canción tras canción.

“Nativo Americano”, “Adiós Etiopía”, “Látigo” y “Civilización”, los primeros puntillazos que poco a poco fueron saliendo, suenan contundentes, agresivos, como puños mortales que, acompañados de una lírica todavía más agresiva, dejan en claro que el rock, para nada, ha muerto, y menos en este 2020.

Producido por Nelson Sánchez, Gerry Rosado y el propio Mondragón Reyes, Nomádico, disco y grupo, llega bajo la cobija de Discos Intolerancia y Exiliado Records, y lo hace sin miedo a nada y poniendo en alto la bandera del rock.

El álbum ya está disponible en la plataforma de streaming de tu preferencia, cada uno de sus temas está cuidado al detalle y nos permite apreciar, sin riesgo de equivocarse, por qué algunos necios insisten en asegurar que el rock ya no tiene nada que dar.

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Llevaba semanas escuchando y leyendo sobre ellos, su música y, por si fuera poco, su nombre, uno de esos que pueden causar incomodidad y desprecio, pero fue precisamente eso lo que más me llamó la atención.

Por alguna razón, no había podido darle play a su disco; colocarme los audífonos, elegir un álbum de entre una larga lista y caminar, aparentemente, sin rumbo fijo, es uno de esos rituales que, como a muchos, la pandemia me arrebató. Y finalmente sucedió.

Ahora, llevo días escuchándolos, sorprendiéndome con la agresividad que emanan desde el primer tema y que no termina nunca; suenan igual de agresivos que su nombre, tan incómodos como quien usa la palabra en una reunión familiar. Tan rebeldes como quien nace, crece y se curte en Neza.

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Ellos son Los Cogelones y hace poco, en medio de la locura desatada por la pandemia, lanzaron su álbum debut con un título igual de imponente: Hijos del Sol. Ambos, banda y disco, son un respiro en una escena que cada día suena igual. Ellos no, Los Cogelones son, aunque parezca a cliché, una resistencia.

Vienen, como dirían en las películas ochenteras del cine mexicano, de abajo, del meritito Neza. La colonia El Sol ha sido su hogar y desde ahí gestaron una banda de rock con fuertes tintes de punk, pero con un agregado especial, casi espiritual. Algo que ellos describen como Rock Mexica Experimental.

Los hermanos Sandoval tardaron más de 10 años en sacar su primer material, pero siempre estuvieron ahí, en lo que bien puede considerarse como la escena underground. Ahí, entre tocadas y festivales surgidos del barrio, Los Cogelones forjaron su nombre. Su leyenda.

Hijos del Sol

Hijos del Sol, su álbum debut, arranca, crudo, con «Danza de Sol», perfecto para una banda que sabe hacer de la distorsión una especie de grito de batalla; es la canción que nos adentra a su mundo, a su esencia: «Con mis pies descalzos, al ritmo del tambor, mis ancestros danzan y me invitan a entrar con ellos».

Aquellos tambores y esos riffs incitan a danzar, a sumergirnos en su mística prehispánica que llevan como bandera. Es como un ritual de purificación pero distorsionado, con un mensaje de resistencia, que resalta aún más con «¿A Dónde Quieres Llegar?», el segundo corte del disco, y esas palabras que suenan como un arma letal: «Tú eres tu propio héroe».

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Foto de Guillermo Santillán

Con apenas un par de canciones, Los Cogelones nos remontan a los años en que el rock mexicano conoció la psicodelia y se gestó una generación que, de no haber sido censurada, pudo ser épica. Definitivamente, ellos habrían participado en el Festival de Ávandaro.

Sus fans, los que crecieron con ellos en el barrio, los conocen desde siempre, es la banda de rock de la colonia, y lo portan con orgullo, como muchos grupos que, de manera intencionada, fueron discriminados de la escena y les colocaron la etiqueta de «rock urbano».

Ahí es donde radica su esencia punk, cuando, lejos de caer en provocaciones, adoptan el ser de barrio como un grito de guerra. Vaya, el rock nació del barrio, de las calles. Nació de la rebeldía y en ese sentido, Los Cogelones tienen mucho callo.

Este año vio la luz su primer material en forma y lleva la mística de los grandes discos de rock mexicano de todos los tiempos; una propuesta arriesgada, desfachatada, sin medias tintas ni miedo a nada. Rock puro.

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Hay de todo en Hijos del Sol, desde guitarras distorsionadas, sucias, pasando por instrumentos como el huéhuetl, el teponaztli (sonando como si fueran gotas de agua), también están los tlalpitzallis (flautas de barro que simulan a el rugido del jaguar), el tzompantli (el sonido de la muerte) y los ayacaztli (sonajas), todo ello combinado con una lírica desafiante.

Por su cuenta, los hermanos Sandoval aparecen como si fueran guerreros mexicas, danzando en memoria de sus ancestros. Y es que eso es, en síntesis, lo que nos deja el disco, un discurso de autorreflexión, de no olvido.  Ahí están «Nubes Grises» y «Misteria», esta última con un poema recitado en Náhuatl, para confirmarlo.

A lo largo de una decena de canciones, Los Cogelones nos cuentan su historia, sus vivencias, nos plantean un discurso que va más allá de una simple mentada de madre a la autoridad; acá hay un sincero mensaje de resistencia, basta con escuchar «Hijos de Puta» para comprobarlo.

Son 10 rolas que surgen como un respiro en una escena en la que abundan las bandas con el mismo sonido y la misma inspiración. Los Cogelones vienen a decirnos, muy a su manera, que el rock le pertenece al barrio. Ni más ni menos.