Hace 43 años…
Al regresar de una sesión de grabación, Lennon desciende de su auto con varios cassettes en la mano y seguido por su esposa. Atraviesa despacio los dos metros que separan la acera del edificio donde vive. Ya bajo el arco de la entrada escucha una voz que lo llama:
– «Señor Lennon».
Mientras comienza a girar para responder al saludo, recibe una lluvia de disparos que salen furiosos de la boca de un revólver calibre 38 y que penetran sin compasión por su espalda y hombros. Gravemente herido, se tambalea y exclama aturdido:
– «¡Me han disparado, me han disparado!»
Sin fuerzas y perdiendo gran cantidad de sangre, cae al suelo con una horrible mirada de confusión. Los cassettes se disparan por todo el piso y los ojos se le tornan vidriosos. Yoko corre a su lado y, arrodillada, acuna su cabeza entre sus brazos. En shock y viendo cómo la vida lo abandona, apenas tiene aliento para susurrar: -«¡Ayúdame!».
Yoko entra en pánico y comienza a gritar histéricamente.
– «¡Le han disparado, le han disparado! ¡Que alguien venga rápido!»
Inmediatamente, el custodio activa una alarma que está conectada a la policía y acude en su ayuda. Con horror, ve cómo un espeso y continuo hilo de sangre sale de la boca de Lennon.
– «No te preocupes, John», le dice para darle ánimo, pero sabiendo que sus palabras no tienen sentido. «Todo va a salir bien».
Al poco tiempo llegan dos autos de la policía. Uno de los agentes se acerca a Lennon, le quita la chaqueta bañada en sangre y lo levanta ligeramente para estudiar la severidad de sus heridas.
– «¿Cómo te llamas?», le pregunta para comprobar su estado de conciencia. «Lennon», responde agónicoPor la obvia gravedad de su estado, los policías determinan que no deben esperar por una ambulancia. Con cuidado, lo llevan hasta uno de los autos y lo acuestan boca arriba en el asiento trasero. A las 11:07 p.m. lo declaran oficialmente muerto.
– «No tenía forma de salvarse», le dice minutos después el director del hospital a Yoko Ono.
Comentarios recientes