
The New Eves no componen canciones; tejen tapices sonoros con hilos de mitología, poesía radical y una rabia creativa que es both fuego y río. Su música, esa mezcla indómita que ellos llaman “Hagstone Rock”, funciona como una piedra de agujero: un talismán a través del cual es posible atisbar verdades más hondas, aquellas que yacen bajo la costra de lo convencional. En su doble sencillo “Red Brick”/“Whale Station”, el proceso creativo se revela como un rito: una improvisación que es conjuro, un poema que se convierte en grieta por donde fluye un nuevo entendimiento.
“Red Brick” es la crónica de un renacimiento, el instante preciso en que el orden conocido se resquebraja para dar paso a un territorio sonoro inexplorado. La letra, surgida de un poema sobre Nueva York, se repite como un mantra, mientras la instrumentación construye una tensión que culmina en un aullido liberador. En “Whale Station”, el lenguaje se desliga de su atadura literal para flotar en un flujo de conciencia, en un canto que parece emerger de las profundidades oceánicas de la memoria colectiva. Ambas canciones son actos de fe en el poder de la creación pura, un proceso íntegramente gestado y realizado por mujeres.
El suyo es un feminismo que no declama, sino que encarna. Se identifica con la “hag” (la bruja), figura marginada y sabia, para reclamar un espacio de poderío auténtico y desprejuiciado. Su inclusión en el cartel de Primavera Sound 2026 no es un logro más, sino la confirmación de que su voz, áspera y poética a la vez, resuena como un eco necesario en el desierto de lo previsible. The New Eves no llegan para caber en un género, sino para ampliar los límites de lo que la música puede ser: un espacio ritual donde la verdad, como la piedra de agujero, se deja vislumbrar por un instante de pura y electrizante belleza.