
Pablo Cantú, acompañado por sus compañeros de viaje musical, reflexionó sobre la esencia de la creación, la meditación y la disolución del ser en el proceso artístico. El ambiente en la sala era de quietud palpable, un eco del mismo silencio que inspira el espacio en el que han trabajado tantos artistas. Este es un lugar donde la música, más que ser compuesta, parece emerger de las vibraciones mismas del entorno.
Pablo comenzó relatando cómo, en los últimos años, su búsqueda personal de un «norte» lo llevó a descubrir que dentro y fuera, lo mismo y lo distinto, se entrelazan. Esa exploración interna lo llevó a una profunda comprensión de que lo más ajeno es, muchas veces, lo más revelador. «He tratado de hacerme consciente de todo de mí», confesó, subrayando que el dolor puede ser una herramienta de cambio.
En un emotivo tributo a sus compañeros de escena, Andrés y Mike, quienes lo han acompañado a lo largo de un largo viaje de búsqueda artística, Pablo destacó el valor de la complicidad y el compromiso en la creación. «Nos une una verdad universal», explicó, antes de señalar cómo este vínculo ha ayudado a superar las dificultades creativas y personales.
En cuanto a su proceso creativo, Pablo y sus compañeros señalaron que no parten de una identidad predefinida ni de una temática rígida, sino del «vacío». En palabras de Pablo: «Ese vacío es juguetón. No sabes a dónde te va a llevar. Cuando nos reunimos, el proceso de creación tiene que ver con el atrevimiento de ir paso a paso descubriendo algo que aún no somos». Este enfoque permite que las canciones, las melodías y las obras emerjan como expresiones genuinas y nuevas, en lugar de ser simples reproducciones de historias personales o deseos preexistentes.
A lo largo de la charla, se hicieron eco de las dificultades que enfrenta el arte en la era de la inmediatez. Pablo lamentó cómo la velocidad con la que se crea y consume música hoy en día pone en peligro la longevidad de las obras, recordando que las producciones significativas requieren tiempo, energía y dedicación. «La gente tiene la oportunidad, pero a veces no se da la ocasión de deshacerse en una obra», explicó.
Finalmente, la conversación giró hacia el papel de la tecnología en el futuro de la música. «¿Puede la tecnología sustituir el alma de un instrumento?», fue una pregunta que dejó resonando en la sala. Aunque la tecnología puede facilitar el proceso creativo, existe una esencia en el acto de tocar un instrumento, de sentir su vibración bajo los dedos, que sigue siendo insustituible. La compañera de Pablo, quien estaba presente, sugirió que, aunque la tecnología puede cambiar el panorama, hay algo en la conexión humana con la música que permanece único e irremplazable.
Este proyecto, denominado Polaris, no solo promete ser una evolución artística, sino también una reflexión profunda sobre lo que significa crear desde el vacío. Como señaló Pablo, lo importante no es solo el resultado, sino el proceso mismo de búsqueda y transformación. El Teatro de la Ciudad será el escenario de un concierto que no solo mostrará nuevas creaciones, sino también la profundidad de la conexión de los artistas con su arte y consigo mismos. «Venimos acá a ver muy profundo», concluyó, invitando al público a sumergirse en ese mismo proceso de descubrimiento.
El tema central de la conversación se enfoca en la percepción del arte, tanto desde una perspectiva digital como en su relación con el cuerpo y las emociones humanas. Se menciona que, a pesar de la creencia popular de que el arte digital es reciente, en realidad ha existido desde los años sesenta, lo que lleva a reflexionar sobre cómo las herramientas tecnológicas han transformado la creación artística sin desvalorizarla.
El diálogo toca temas filosóficos sobre cómo la tecnología ha afectado la experiencia humana y corporal, destacando la necesidad de involucrar el cuerpo en la creación artística para generar conexiones profundas. Se hace una comparación entre el uso de instrumentos tradicionales, como el piano, y las herramientas digitales, señalando que los primeros permiten una experiencia más orgánica y vibracional, difícil de replicar con medios digitales.
También se habla de la necesidad de vaciarse antes de crear, una práctica común en disciplinas como la danza, donde la conexión con uno mismo es clave para la creación. Se destaca la importancia de la curiosidad frente al miedo en los procesos de transformación, y cómo este puede convertirse en una fuerza impulsora en la creación artística y personal.
El término «Metanoia» se discute como un concepto que refleja una transformación interna, vinculada a la espiritualidad y la conexión con algo superior. El artista expresa que esta idea de cambio es constante en la vida, y su obra busca explorar estos procesos de evolución y crecimiento personal.
El arte y la vida, según la conversación, son un continuo proceso de exploración y conexión, en el cual el miedo al cambio puede ser reemplazado por curiosidad y valentía.