14 de marzo, 2021.
Amaneció nublado, acá en mis rumbos. Desde hace meses, vinculo los días nublados con las malas noticias, las mismas que no han cesado, precisamente, desde hace meses.
Estos días, además, me remontan a aquellos primeros años viviendo de este lado del país, uno más olvidado y marginado, donde todos los días son de una lucha contra la vida misma.
Aquella, sin embargo, era una vida distinta; más solidaria entre los vecinos, sin tanto ruido de violencia e inseguridad en las calles; la música sonaba, prácticamente, en cada esquina, y cada esquina, por supuesto, tenía su propio estilo.
En la mía, en mi esquina, se juntaba “la bandita”; mujeres y hombres, jóvenes todos ellos, se reunían para “cotorrear”, como ellos decían. La cerveza, el cigarro y el “toquesito” nunca faltaron. Tampoco la música y el baile.
Yo, que contaba con unos seis o siete años de edad, venía de un sitio, una colonia en la Ciudad de México, donde se vivía el mismo ambiente; se bailaba la misma música; se sentía el mismo amor y dolor por la vida. Ahí, gracias a uno de mis tíos, conocí a La Maldita Vecindad y los Hijos del 5to. Patio, entre otros grupos de rock.
De vuelta a mi nuevo hogar, ahora en el Estado de México, también se escuchaba mucho rock, y se bailaba. Ahí también sonaba La Maldita Vecindad y los Hijos del 5to. Patio.
Mi primer referente del rock en México fue la banda que cantaba “Pachuco” y “Kumbala”, dos canciones que, más que energía y buena vibra, me generan nostalgia y muchos recuerdos; memorias de un pasado mejor, de una vida que creía eterna, por decirlo de algún modo.
Pasaron muchos años -y personas y experiencias- hasta que decidí dedicarme a este noble arte de escribir y hablar sobre el rock, de ese rock que sonaba en la esquina de mi casa, en una reunión de amigos y amigas que, con varias cervezas encima, se ponían a bailar. Se ponían a vivir.
Yo, que ahora cuento con más de 30 años de edad, siempre he pensado en La Maldita Vecindad y los Hijos del 5to. Patio como la mejor banda del rock mexicano, por su energía, por su propuesta, por su discurso, por sus canciones. Por todo.
Hace unos años, poco antes de que, en la Carpa Astros, se celebraran los 25 años de El Circo, el álbum de La Maldita, tuve la gran experiencia de hablar con Roco, “Pato” y Aldo. El “Sax” estaba ahí, aunque lejos de nosotros.
Al final de la charla, que fue más de rutina y algo corta, tuve unos minutos con los cuatro. Hablamos del concierto que estaban preparando, de algunos de sus recuerdos en la Carpa Astros y de esas canciones que siguen sin envejecer.
Con el “Sax” solo me limité a expresarle mi admiración y respeto, además de agradecerle porque, gracias a su Sax, puedo recordar una parte de mi vida que yo atesoro.
Escuchar, sobre todo, “Pachuco” y “Kumbala”, donde el “Sax” luce y suena impecable, es remontarme, como cantaría Andrés Calamaro, a “tiempos dorados, un pasado mejor”.
Hoy, en medio de esta nubazón, amanecí con la mala y triste noticia del fallecimiento de Eulalio Cervantes, el “Sax” de La Maldita Vecindad y los Hijos del 5to. Patio, mi banda mexicana favorita.
Buen viaje, “Sax”, y gracias por tanto. Descansa en paz.