En el crepúsculo de la memoria, donde el tiempo se pliega sobre sí mismo, Queralt Lahoz erige un mapa sonoro de su existencia. Su nuevo disco, «9:30 PM», no es sólo una colección de canciones, sino un itinerario íntimo que transita entre las sombras y los fulgores de una vida. Cada nota es un latido, cada silencio un territorio por descifrar, en un viaje que oscila entre el flamenco ancestral y el ritmo urbano.
La artista catalana teje con hilos de vulnerabilidad una narrativa que no rehúye el dolor ni la fractura. Desde la ausencia paterna en «19/17» hasta la valentía frente al maltrato en «VUELVES», su canto se convierte en un acto de resistencia. La música, entonces, deja de ser sonido para transformarse en piel, en memoria viva que se rebela contra el olvido.
Al presentarse en México, Lahoz no sólo ofrece un concierto, sino un ritual de reconocimiento. Sus fechas en la Ciudad de México y Guadalajara prometen ser un espacio donde el alma colectiva se refleje en su voz, confirmando que en el arte no hay geografías, sólo encuentros.
