Sonó la alarma en punto de las 20:00 horas y, de inmediato, mi memoria -que suele fallar casi siempre- trajo al presente aquella frase del 2002: «El ritmo del Inspector, ese sí no se olvida«.
De alguna manera, aquellas palabras de Roco, el flamante delantero de Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio, me devolvió, por un breve instante, a mis años de juventud, a los días de gloria.
Poco importó que, en la vida real, estamos en un contexto complicado, el más difícil y doloroso que ni siquiera nos imaginábamos. No, importó más, en ese sentido, dejarse llevar por el ritmo, la guitarra y, ¿por qué no?, una buena cerveza. Al final, de eso se trata.
La noche, la última del mes de mazo, nos trajo, recién entrada la primavera, la alegría y el baile, una pareja inseparable. Por si fuera poco, no llegaron solos, sino con una buena dosis de Ska para brindar, como dice la canción, «por los tiempos rudos«.
Sala Estelar, ese refugio que encontró la música -la música en vivo- en medio de esta pandemia interminable, sirvió como punto de encuentro para que los fans e Inspector hicieran conexión, sin importar en qué parte del país se encontraban.
Big Javy y compañía, armados de sus instrumentos y sus canciones, llenaron de fiesta y baile el escenario, el cual, para bien de la vida, contaba con algunos asistentes, pocos, pero muy ruidosos, como recordando aquellos toquines que nos arrebataron de tajo.
La ocasión sirvió también para recurrir a la memoria, rendir un homenaje a los años que hemos dejado atrás, con sus bienes y sus males. Pero también para que Inspector recordara a aquellos que los han influenciado en su trayectoria.
Así, a lo largo de hora y media, el Inspector hizo un repaso general por su Ska a la Carta, una colección de canciones en la que se dedicaron a homenajear a algunas de las figuras musicales más importantes en su carrera.
Sonaron temas como «Nunca Digas Que No», «Our House», «Bésame Mucho», «Me Estoy Enamorando», «Aunque No Sea Contigo», entre muchas otras muy al ritmo de ese su Ska sabrosón del que no se separan ni un segundo.
Cerca de las 21:30, después de recital de baile y alegría, era momento, ese amargo momento, de decir «Adiós» y, cómo no, el cierre perfecto llegaría con «Amargo Adiós», un himno skacero lleno de dolor y sufrimiento. ¿Qué más podíamos pedir?